El freno del crecimiento global y las señales de una nueva etapa económica
El crecimiento global ingresa en una fase de moderación luego de años de shocks sucesivos. Las proyecciones apuntan a una expansión más baja, con heterogeneidad entre regiones. Economías con demanda interna robusta y mejoras de productividad resisten mejor; otras, con deuda elevada o inversión pública rezagada, muestran más fragilidad. Los bancos centrales buscan sostener la desinflación sin provocar daño excesivo en el crédito y la actividad, calibrando el ritmo de normalización de tasas en función de datos.
En paralelo, la economía real exhibe señales mixtas. La industria se recompone en nichos de alto valor agregado, mientras servicios ligados a tecnología y salud sostienen el empleo. La inversión privada se orienta a digitalización, eficiencia energética y automatización, buscando proteger márgenes ante costos volátiles. La reorganización de cadenas globales agrega costos de transición, pero mejora la resiliencia frente a interrupciones. En comercio, la tendencia es a acuerdos más específicos, con capítulos sobre datos, sostenibilidad y estándares laborales.
Para los países emergentes, el desafío es doble: fortalecer instituciones fiscales que brinden previsibilidad y acelerar reformas que eleven la productividad. El financiamiento verde y los proyectos de infraestructura con estándares robustos pueden catalizar inversión de largo plazo si se combinan con estabilidad regulatoria. La nueva etapa económica no será de crecimiento exuberante, pero sí de oportunidades selectivas para quienes articulen políticas y negocios que conviertan innovación y capital humano en exportaciones y empleo formal.